Con relación a la práctica evaluativa
existe la tendencia de ser utilizada como un mecanismo asociado al rendimiento
académico, que busca medir el logro de los objetivos instruccionales. Bajo este contexto, la evaluación se
constituye en un elemento orientado a indicar la aprobación o suspensión,
estableciéndose como una forma de sancionar de error, observándose un sistema de recompensa-castigo. Estos empiezan a ser los
indicios, a los que algunos autores hacen referencia, con respecto al abuso de la evaluación.
Este enfoque evaluativo inscrito en
el paradigma positivista, ha prevalecido en la cultura académica por décadas, y
se refleja directamente en la relación asimétrica docente-estudiante. Se
subestima la capacidad de los estudiantes para afrontar su proceso de
aprendizaje y evaluación, y bajo esta situación el docente se aprovecha para imponerse
dentro del aula, sometiendo a su voluntad a los educandos, gestándose un falso
control en el salón de clase.
En tal sentido, por un lado, el
dominado ignora su condición o se resigna a no revelarse para evitar represalias.
Por el otro, el dominador no puede reconocer su condición porque, de manera inconsciente,
sigue el patrón con el cual fue formado. Todo ello siguiendo el cuadro de
colonización, que desde que somos nación, ha imperado.
Es el docente quien elige los
contenidos a evaluar, selecciona las actividades y recursos didácticos.
Igualmente, decide si los conocimientos señalados son los que corresponden y si
las actividades encomendadas fueron elaboradas correctamente. Nuevamente se
evidencia el abuso de la evaluación al
ser usada para seleccionar, excluir, promover o graduar.
Con las TICL el estudiante tiene
libre acceso a los contenidos en distintos formatos, en cualquier momento y
lugar, lo cual pone a su disposición un mar de saberes cuando quiera y como
quiera, y esa facilidad lo estimula apropiarse de su propio proceso de
aprendizaje, y en consecuencia él puede discernir hasta qué punto va a
profundizar sus conocimientos. Esto libera y da autonomía a los estudiantes,
dando paso a la autodidáctica y al aprendizaje no formal e informal. Todo ello
permite, en cierta medida, rescatar a los aprendices de los abusos de la evaluación.
En virtud de superar los abusos de la
evaluación, se requiere un cambio de paradigma, pasar del paradigma positivista
al postpositivista, en función de ejecutar la evaluación transformadora. Entre
los elementos a considerar en la evaluación transformadora, tenemos:
1. Su objeto primordial es que se constituya la evaluación como un ente dinamizador de los aprendizajes de los estudiantes. Ambos deben interactuar como procesos integrados y complementarios.
3. Involucra a los estudiantes en la planificación y ejecución de la evaluación, considerando sus opiniones, intereses, potencialidades y expectativas, compartiendo la organización de los aprendizajes en coparticipación con el docente.
5. Se usa para promover la reflexión, la toma de decisiones y el dialogo, en vez de convalidar la memorística y procesos mecanicistas.
Referencias
Bibliográficas:
Esté, A
(1999). El aula punitiva. Descripción y características en las
actividades en el aula de clase. Ediciones UCAB. Caracas.
Salazar, I (2010) El desafio de la evaluación de
los aprendizajes desde su complejidad. Fundación Editorial el perro y la rana.
Caracas.
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